lunes, 12 de noviembre de 2012

lo que hay que decir


Juventud Rebelde
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29 de Septiembre del 2012 12:49:24 CDT
El Premio Nobel de Literatura Günter Grass publicó un libro de poemas con textos críticos hacia el programa nuclear de Israel y elogios al técnico Mordejai Vanunu, quien develó secretos militares atómicos de su país y pasó 18 años en la cárcel por espionaje.
Según informa el sitio digital Cubasí, el volumen salió a la venta este sábado bajo el título de "Eintagsfliegen" -traducible en su sentido literal por «Mosca de un día» o «Flor de un día»- en cual el escritor alemán elogia la figura de Vanunu y lo califica como «héroe de nuestros días».
Vanunu difundió en 1986 desde el extranjero los secretos del programa atómico de su país, tras lo cual fue secuestrado en Roma por el servicio secreto israelí, Mosad, y juzgado en su país.

Grass invita a través de su poema a sacar a la luz los secretos militares de cualquier país con armas de destrucción masiva, en cualquier parte del mundo.
El escritor provocó un gran revuelo el pasado abril con la publicación del poema «Was gesagt werden muss» -«Lo que hay que decir»-, en que arremetía contra un posible «ataque preventivo» contra Irán.
El poema encendió las iras de la comunidad judía y el rechazo de la clase política alemana, con pocas excepciones, ya que rompía la regla no escrita en ese país, por responsabilidad histórica, de guardar una cautela extrema frente a la política de Israel.
Como consecuencia de la publicación del poema, las autoridades de Israel declararon a Grass «persona non grata», con el argumento de que el texto alimentaba «las llamas del odio contra Israel y el pueblo de Israel», en palabras del ministro del Interior, Eli Yishai, quien recordó que Grass había servido en las SS en tiempos del nazismo.
Grass nunca se retractó del contenido de ese poema, aunque sí lo retocó y sus críticas no se dirigen ya a la «potencia atómica de Israel», sino del «actual gobierno de la potencia atómica de Israel».


Lo que hay que decir

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor…
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.